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31 Dios, el Padre de nuestro Señor Jesús, quien es digno de eterna alabanza, sabe que no miento. 32 Cuando estuve en Damasco, el gobernador bajo el mando del rey Aretas puso guardias en las puertas de la ciudad para atraparme. 33 Tuvieron que descolgarme en un canasto por una ventana en el muro de la ciudad para que escapara de él.

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